Has dejado una tierra rodeada por el mar
para vivir en un lugar de campos y arrozales.
Has recogido las aguas y encerrado en los tubos
y aquellas más sucias en un relámpago de purgas.
Pero aunque te sientes un fontanero perfecto
de vez en cuando un pensamiento palpita en tu pecho
porque no hay cáñamo, que pueda parar sobre tu rostro,
aquella gota que cada tanto toma el sitio de la sonrisa
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